Una casa que suena a madera: notas desde el Bages

Conduje hacia el norte antes del amanecer, el café todavía demasiado caliente y la carretera casi vacía. La autopista se convirtió poco a poco en curvas estrechas, con pinos y encinas a ambos lados, y cuando llegué al Bages el aire tenía otra textura, más seco, con ese olor leve a piedra antigua.

La casa estaba a media ladera, con muros del color del polvo y del tiempo. Había visto las fotos la noche anterior, de esas masías en venta que uno pasa demasiado rápido, pensando que estarán en ruinas o que serán inalcanzables. Pero la curiosidad me pudo. Había leído sobre otras similares en Cottage Properties y de algún modo eso hizo que la idea pareciera más real, como si todavía fuera posible encontrar una casa con alma sonora en esta parte de Cataluña.

Dentro hice lo de siempre. Aplaudí. Una vez en la sala principal, otra junto a las escaleras. El eco volvió limpio, corto, de esa madera que se ha secado con años de veranos. En el pasillo era más apagado, absorbido por la piedra. Caminé despacio, escuchando cómo cada paso cambiaba el tono, cómo el silencio tenía su propio grano.

El propietario, un hombre tranquilo con camisa de cuadros y un perro pastor ya viejo, me dijo que su abuelo construyó la ampliación con vigas sobrantes de un molino cercano. «Por eso los techos respiran», comentó casi en voz baja, como si la casa tuviera pulmones.

Nos quedamos un rato fuera, sin viento ni tráfico, solo una paloma escondida entre las tejas. Pensé en lo fácil que sería grabar aquí, no solo música sino la vida misma, sin interferencias.

Más tarde me senté en el muro de piedra que bordeaba la terraza. Desde allí el campo zumbaba con abejas invisibles y maquinaria lejana. El sonido viajaba limpio por el valle. Apunté unas notas en mi libreta: salón, 0.8 segundos de caída, tono cálido; planta alta, reflejo nítido, latido de madera.

En el camino de vuelta no encendí la radio. Quise conservar un poco más el eco en los oídos, recordar cómo sonaba la casa cuando nadie hablaba, como un acorde incompleto esperando una voz que lo llenara.

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