Llevo horas al volante.
Rémy duerme a mi lado, Fidel también.
La furgoneta ronronea suave mientras la carretera se desliza bajo nosotros, serpenteando hacia el sur con los Pirineos cada vez más cerca.
En estos trayectos largos, hay una sola medicina: reggae.
Bob Marley, por supuesto. Pero también Sinsemilia, Danakil, Tiken Jah Fakoly…
Artistas que llevan el pulso del alma en cada compás.
Voy golpeando el volante con los dedos, marcando el ritmo sin pensar.
Lo he hecho tantas veces que ya ni lo noto.
Es automático. Es corporal. Es mi manera de estar presente.
Lo que más me mueve de este estilo es el one drop rhythm.
Una base rítmica simple, pero tan poderosa que puede cambiarte el humor en segundos.
El one drop fue popularizado por Carlton Barrett, baterista de Bob Marley & The Wailers, aunque su creación también se atribuye a su hermano Aston Barrett y a Winston Grennan.
La esencia es esta: en un compás de cuatro tiempos, el primer golpe esperado —el «uno»— se deja vacío.
Y en su lugar, el golpe principal del snare drum y el bombo cae en el tercer tiempo.
Ese pequeño vacío al principio es todo.
Es lo que da aire, lo que rompe la expectativa, lo que hace que todo el cuerpo se relaje y se deje llevar.
No es solo música. Es filosofía.
El one drop es un latido.
Y para mí, que he vivido de tocar tambores, eso tiene un significado profundo.
Creo que cada canción, cada ritmo, tiene un impacto físico en nosotros.
Nuestros corazones laten en un promedio de 60 a 90 BPM.
Los tambores, cuando suenan cerca de ese rango, nos sincronizan.
Nos calman.
Nos centran.
Hay una sabiduría antigua en esto.
Los tambores africanos, los rituales indígenas, los cantos sufís…
Todos sabían que el ritmo no es solo para bailar.
Es para sanar. Igual que la fuerza misteriosa del Re menor.
En este viaje, con el reggae envolviéndolo todo y las montañas recortadas contra el cielo, siento que estoy reconectando con algo esencial.
Con la melodía.
Con el pulso de lo que me hizo amar la música desde niño.
No hay escenario. No hay público.
Solo el camino, la música y yo.
Y eso, quizás, es todo lo que necesito ahora.